miércoles, 13 de octubre de 2010

¡333 Palabras!


33, número cabalístico. Hoy 13 de octubre de 2010, finalizó con éxito el rescate de los 33 mineros que quedaron atrapados, ─¡vivos!─ bajo tierra, en la mina San José, en Copiapó, Chile.
Ha sido una jornada muy emotiva, 24 horas llenas de solidaridad y de ejemplos maravillosos de cómo, dejando de lado intereses personales, y sin escatimar costos, se puede unir a un Pueblo y a hacerlo sentir orgulloso de su esencia.
32 chilenos y 1 boliviano, lucharon codo a codo contra las vicisitudes y la adversidad, durante 70 días. Incluso, se les llegó a dar por muertos. Pero no estaban para morirse; ninguno quería morir. Se aferraron a la vida, y en compensación, la vida termina aferrándose a ellos. Y nos envía un mensaje diáfano a todos: “Fe, tengamos Fe, lo demás viene por añadidura”.
Con un viaje de 622 metros, montados en la capsula “Fénix II”, termina la odisea de estas heroicas personas. ¿Quién sabe que pasaba por la cabeza de cada uno de ellos durante esa travesía a la superficie? Emergieron, cada uno a su manera, vistiendo lentes oscuros: es cuestión de días para que vuelvan a bañar sus pupilas, con la ansiada luz solar.
Millones de personas han sido testigo del rescate de cada uno de ellos, de sus lágrimas y de las lágrimas de sus familiares. Las expresiones gestuales de cada minero han traspasado fronteras, y se han hecho entender en todo el mundo. Hoy no existieron “barreras lingüísticas”, porque las imágenes fueron contundentes.
Desde Venezuela, nos unimos al coro por este canto a la vida. Desde Venezuela, gritamos junto a ellos: ¡Viva Chile, mierda!
Hoy, la historia chilena ha dado fin a este cuento, con un “final feliz”. La Apoteosis dirían los griegos, por el dejo de divinidad que ha causado este rescate en todo el mundo.
Chile ha dejado ver, que en Suramérica también hay orden, constancia y sacrificio. Chile ha dejado ver al mundo, que Suramérica también existe.
“Gracias Dios” ¡Viva la vida!

Fuente de la foto y más fotos: http://www.boston.com/bigpicture/2010/10/rescued_from_a_chilean_mine.html

viernes, 8 de octubre de 2010

Lluvia de nostalgia

Llueve otra vez
¡Está lloviendo!
Y la lluvia nocturna
Espanta mi sueño
Para disimular mi insomnio
Intento ver caer la lluvia
Pero me es imposible hacerlo
Cae muy rápido
Se me desvanece en el infinito
Entonces me viene a la mente
Aquel Poema de Neruda
Me gusta cuando callas...
Irreverente, le cambio la letra
Mientras me invade tu silueta
Me gusta cuando duermes...
Ahora llueve en mi interior
Y me ahogo en la nostalgia
Suspiro para mantenerme vivo
Exhalo para morir otra vez
Afuera, ya paró de llover
No parecía la misma lluvia de otras veces
Mientras llovía te ví
Parecías la misma de siempre
Quizá era la misma lluvia de siempre
Tu, quizá eras otra, diferente
Mi nostalgia, se fue con la lluvia
Una noche de estas, volverán...

lunes, 4 de octubre de 2010

Lágrimas de perdón

Cuando la señora, de rígida presencia, inmutable a la vista de los curiosos, hizo presencia en la sala donde velaban a Richard, todo el mundo entró en conmoción. Y comenzaron a apretujarse unos con otros, para presenciar la escena que nadie se quería perder.
Sólo la madre del difunto pudo mantener firme la mirada a tan polémica visita, lista para reaccionar. Ambas vestían un luto anticuado. Ninguna de las dos reparaba en disimular con maquillaje las huellas de tanto sufrimiento.
En el barrio, cuando alguien muere, lo velan en su casa, en la sala, en una calurosa e incómoda sala, porque a las salas nunca las hacen para poner un muerto; entonces cuando traen la urna y toda su parafernalia, se ocupa casi todo el espacio, y a veces parece que hasta el muerto suda. Y se llegan a confundir las lágrimas con el sudor, y muchas veces no se sabe si alguien está llorando o sudando. Las velas encendidas y las mujeres vestidas de luto murmullando infinidad de veces un rosario que ni se entiende, lo hacen ver todo más sofocante.
Richard, en vida era un fortachón con fama de verdugo. Se ganaba la vida prestando dinero de manera informal a exageradas tasas de retorno. Lo único que pedía a cambio como garantía, era la palabra del deudor.
Richard murió de la manera menos pensada, a los treinta y seis años de edad. Había salido como cada domingo a la gallera. Ese día, aparentemente la suerte estaba de su lado, contaban en el velorio quienes compartieron con él: ¡ganó, a cuanto gallo le apostó!
Lleno de euforia, brindó por su suerte y bebió a más no poder. Se fue a casa al ocultarse el sol, muerto de hambre como siempre. Al no conseguir cena preparada, salió en la bicicleta al quiosco más cercano, a unas tres cuadras de su casa. Nadie supo decir con certeza cuantos “perro caliente” se comió (llegaron a decir que más de diez).
Su viaje de vuelta a casa nunca se completó. La horquilla de la bicicleta se fracturó, y su voluminoso cuerpo de más de ciento veinte kilos de peso, lo abalanzó hacia adelante, súbitamente. Su reacción fue nula; impactó la frente contra el pavimento y allí quedó, ahogándose en su propio vomito. Cuando llegaron a auxiliarle, ya era tarde.
−Vengo a ver al muerto −dijo la señora, sin formalidad.
−Viene a echarnos en cara que su promesa se hizo realidad −respondió la madre del difunto−. Mejor márchese y deje las cosas del tamaño que están.
−Yo solo quiero ver al muerto, déjeme hacerlo y me marcho en santa paz.
−¡Pues, hágalo y se marcha ya!
Seis meses antes, un hijo de esa señora, apareció muerto en un matorral. Nadie pagó por ello, aunque era un secreto a voces que Richard era el autor de ese asesinato. Al parecer, el hijo de la señora era muy apostador y había adquirido una deuda con Richard, la cual no pudo pagar y terminó costándole la vida.
Contaban en el velorio de Richard, que una amiga esotérica de la señora hizo que destaparan la urna de su hijo, justo antes de enterrarle, y que puso una moneda debajo de la lengua del cadáver. Luego rezó en dialecto desconocido y le dijo a la señora: “es cuestión de tiempo, para que el responsable de esta muerte pague por ello”.
Ahora, estaba la señora en el velorio de Richard, queriendo ver con sus propios ojos al supuesto asesino de su hijo.
La señora, al ver el rostro de Richard, hinchado y sin vida, no pudo contener su asombro.
−Yo pensaba que con la muerte de este muchacho, mi hijo iba a dejar de andar en pena, atormentándome, y que por fin iba a descansar en paz −dijo, volteándose.
−Pues, piensa usted mal −refutó la mamá de Richard−. Yo hace tiempo entendí que a los muertos no se les hace justicia en esta vida a menos que se les vaya a resucitar.
−Tarde me doy cuenta de ello −dijo la señora, mostrándose arrepentida−. Apenas anoche lo comprendí. Cuando me enteré de la muerte de su hijo y sentí una sensación de alivio. Pero en toda la noche, los espíritus de su hijo y el mío, no me dejaron dormir.
−¿Cómo sabe usted, que era el espíritu de mi hijo?
−Lo acabo de comprobar. Nunca había visto su rostro, ni siquiera en foto. ¡A eso he venido!
−Me parece que usted solo ve lo que quiere ver −murmuró entre sollozos la mamá de Richard−. Yo deseo que mi hijo y el suyo, descansen en paz. Dios se encargará de lo demás.
−Si los deseos de cada quien se hicieran realidad, el mundo estaría peor de lo que está…
Se le atragantaron las palabras. Simplemente, ya no pudo hablar más, ni resistir el llanto que llevaba aguantando desde hacía seis meses, y se entregó sin resistencias a sus sentimientos.
¡Ambas rompieron a llorar!
No fue necesario que se dijeran nada más. Las lágrimas que brotaron significaban más, que decir mil veces la palabra perdón…
FIN

viernes, 1 de octubre de 2010

A ti mujer

Te quiero, porque no me has dejado otra opción que amarte.
Te amo por lo que eres, y te amo por lo que me haces hacer.
Te pienso, porque al hacerlo me siento dichoso aun en mis pesares.
Te escribo, porque así fluyen mis sentimientos puritanos hacia ti.
Te llamo, porque me reclamas mis ausencias prolongadas.
Te miro, porque mientras duermes yo sueño despierto contigo.
Te extraño, aun cuando no te conozca y seas un misterio para mí.
Te imagino, cuando figuro que me lees y que suspiras por mí.
Te anhelo, cuando se me hace intocable tu silueta en mi nariz.
Te pido disculpas, por todo lo que dejé de darte.
Te pido paciencia, porque sé que vendrán mejores tiempos.
Te pido prisa, porque el amor se vive día a día.
Te pido que recuerdes todo lo que te doy, porque aun siendo insensato te estoy amando.
Te pido que me desees, porque yo no me avergüenzo de lo mucho que te deseo a ti.
¡Te amo, porque no me has dejado otra opción que Amarte!