sábado, 29 de octubre de 2016

Al Deffi Park





Ahora que me ha dado por trotar por largo rato varias veces por semana he ido descubriendo nuevas facetas en mi interior. Esas extendidas sesiones en las cuales paso a paso voy dejándome llevar por ideas que me vienen a la mente hacen que muchas veces me distraiga y exceda el ritmo al cual mi cuerpo está acostumbrado, ahí es cuando viene el dolor en las piernas y el querer estar echado en la cama recuperándome, por más tiempo de lo normal. Hay días en los cuales la idea o el recuerdo que me invade se sincroniza con mi ritmo de carrera, entonces el trote es una actividad placentera y no una carga o una obligación. Lo mismo podría decir de la lectura. Leer algo que me agrada, hace que me desentienda de cuan largo pueda ser su contenido, más bien todo lo contrario, hay libros que quisiera no se acabarán nunca jamás. Pero todo tiene su fin, así que volvamos al principio.

Ayer mientras corría comencé a pensar en frases sueltas, y al tratar de ubicar su origen con las típicas preguntas mentales: dónde fue que lo leí, quién lo escribió; ya va: y si fue más bien que lo escuché de una canción. Izquierda, derecha, izquierda, mecánicamente mis piernas se mueven sin cambiar la técnica, igual la respiración. A estas alturas no necesito enfocarme en ello, mi cuerpo tiene control total de la situación. Es la ventaja de los hábitos, que hacen que hagas cosas que antes te parecían imposibles u obstinantes sin la menor alteración. También trato de correr siempre la misma ruta, en el mismo parque, las mismas referencias, sin necesidad de chequear el dispositivo sé exactamente la distancia recorrida: en la estación de bombeo el primer kilómetro, al llegar a los crisantemos llevo dos, en la curva del parque infantil son tres, en la base del puente cinco, en el aviso de entrada principal al parque siete, en la esquina del campo de futbol nueve y al llegar donde comencé son 10.

Normalmente corro sin audífonos, sobre todo en las mañanas, porque Al Deffi Park es un festival de pájaros y un manjar de olores así que no necesito aislarme o buscarme distracción. Sin embargo hay veces en que se me pega una canción y con ella voy y vuelvo sin que me fastidie. Como por ejemplo, cuanto terminé de leer “Tokio blues” y duré varios días trotando, escuchando en modo repetición “Norwegian Wood”. Suelo ser temático y a veces no logro controlar la situación.

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Hoy me entero por las noticias de que Bob Dylan aceptó el Nobel. Confieso que me había pasado por la cabeza el escenario en al cual Dylan lo rechazaba sin dar ninguna explicación, entonces el jurado no declaraba el premio desierto sino que se lo daban a Murakami, en otro arranque de emoción. En fin, no soy quien para decir que Dylan no merezca el premio. Él es muchísimo más músico que escritor, pero como dije antes: hay frases que a veces no sé si las aprendí de un libro o de una canción.

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A mi obsesión temporal con “Tokio blues – Norwegian Wood” le conseguí una excusa que luego me sirvió como justificación. Cuando estudiaba bachillerato en Coro tenía una compañera de clases que tocaba guitarra, lo demás se lo dejo a mi imaginación…