lunes, 31 de marzo de 2014

Garúa


Uno, tres, cinco segundos… detenido frente al semáforo cuando de repente me invade la sensación de que los carros que están a mi lado se comienzan a mover o, quizá soy yo quien se mueve hacia el carro que está detrás. ¡Todo pasa tan rápido! Por instinto presiono enérgicamente el pedal de freno, pero no percibo que el carro se detenga. Me aferro a la fuerza que pueda ejercer con mi pie derecho. ¡Me desespero!, las manos me sudan y a estas alturas soy un manojo de nervios. Cierro los ojos —tan fuerte como estoy pisando el freno— por fracciones de segundos y espero el ¡PUM!, que nunca llega.

Tres, cinco, 10 cervezas… nunca son suficientes para sentirme satisfecho cuando voy al bar El Garúa en Coro. Imposible no sentirse atrapado por un sitio que pareciera que contiene a toda una ciudad y su historia contemporánea dentro de esas cuatro paredes. La música, la gente, el ambiente es una pausa; un viaje al pasado en un presente que parece ir a la carrera en busca de un futuro que —a causa de los tropiezos— nunca llega.

Cinco, 10, 15 ojeadas… en menos de una hora le doy al teléfono. Ansioso por la espera de una noticia que según el horóscopo de cierta pitonisa virtual o el movimiento retrogrado de yo no sé qué planeta voy a recibir. No es que crea mucho en todo ese de coctel de supersticiones porque a fin de cuentas somos millones de personas nacidas bajo el mismo signo y a todos no nos va igual, pero resulta difícil convencerme a mí mismo de eso en medio de tanta desesperación. Cierro los ojos —hasta quedarme dormido— esperando la buena nueva que nunca llega.

10, 15, 20 veces… pienso lo que voy a decir antes de responder o comentar, no por temor a equivocarme sino más bien por precaución de no herir a terceros con mis palabras. Las consecuencias de mis errores van por mi cuenta, las de mis excesos se las anoto al costo de la fulana madurez que nunca llega.

Una, dos, tres, ocho, 13, 25, 37 víctimas… deberían ser más que suficiente. Vaya que es difícil sumar muertes. Se dispersan, se riegan como plaga. No consigo como rimar la suma con tanta resta. Cada uno de ellos ha perdido la vida luchando por una Venezuela que sentimos venir a lo lejos. Más temprano que tarde esos presentimientos se harán realidad porque la justicia siempre llega.