martes, 9 de noviembre de 2021

 


Arenilla de playa en los pies

No deseches esta nota. ¡Súplica bona fide: no lo hagas! En su momento, será muy útil para la psicóloga, cuando vayas, porque sé que irás; te ruego que esperes hasta después de noventa días para entregársela si ella lo considera necesario. Es lo último que he escrito antes de mi última necedad hoy último de mes. Hónrame tú, yo fallé en el intento. Cuando comprendas mi decisión, frente a ese espejo, donde tantas veces hubo guiños, te consolará saber cómo fue. Se me acabaron las fuerzas, el oxígeno, la conciencia: es como quedarme dormido.

Mis recuerdos son como las olas en la playa, llegan y van, sin cesar, avanzan según la marea hacia mi orilla existencial, suelen ser cortos y desaparecen sin dejar huellas; a veces me hieren, cuando son agresivos y me sacuden con mucha fuerza, como queriéndome gritar, aunque por lo general son tan suaves, masajeadores. Todo depende de la luna quizá, del tiempo, del temperamento de mi mar interior. Lo peor es esa sensación de vacío en las tripas. Así son mis recuerdos, vienen cuando menos me lo espero como ahora. Cuántas veces estuvimos a la orilla de la playa al amanecer, tratando de entender esa sensación tan relajante. Lo conversamos, lo fotografiamos, lo vivimos como se vive lo que vale la pena, sabiendo que ese momento no iba a durar.

Tuve un sueño extraño, extraño pero recurrente, te suena raro verdad, no hay más nada raro que la psique humana, se nos va la vida acostumbrándonos a lo incómodo, y a evitar incomodar a los demás: “fack the red flag”. Cuando leas esto por primera vez, escribe lo que se te venga a la mente, aprovecha que todo está fresco. Luego te hará falta recordar esta experiencia, así que mejor documentarla, te ayudará en el proceso de sanación. Inconsciente, verás cómo tu sentimiento de rabia mutará a algo muy diferente. Terminarás entendiéndome tan bien que también sentirás ganas, alguna vez, de entregarte como lo hice yo. Cuando eso suceda: no cedas, no dejes que crezca esa idea desde adentro, mátala, antes de que ella te mate a ti.

Volverás a vivir, aunque no lo creas, vendrán momentos felices como los que tuviste conmigo, sin acordarte de mí. Quiero convencerte de eso, no es un manifiesto positivista, es el destino quien te va a dar esa oportunidad. Y comenzarás a sobrellevar mi duelo de otra manera, sin sentir rabia, ni reproche, ni lastima ni tristeza. Solo una efímera melancolía, un surco en la frente y un mechón blanco a lo sumo, entonces sabrás que lo superaste, no te sientas mal por ello, fue mi culpa y lo sabes.

¿Por qué lo hice?, porque nada iba a ser igual. Porque la conciencia me consume, me reclama, me afana; te confieso algo: en mis sueños siempre fuiste feliz.