Su actitud positiva es un acto de constricción para mí. La
manera como ella se levanta después de cada intento fallido no me deja otra opción
que seguirle el paso y, ahí voy: a regañadientes a veces, otras de buen ánimo,
no siempre soy el compañero ideal para esta lid. "Shame on me".
Me duele cada fracaso. Y no hablo de dolor corporal, sino de
ese dolor en el alma, en lo interior, que no se quita ni durmiendo bien. Me duele
como ella lo sigue intentando, callada, valiente, guapa, detallista, mística,
con tanta fuerza de voluntad que bien podría mover una montaña si se lo
propusiera. Y no exagero con el epíteto, más bien me quedo corto.
Me duele más aun el solo pensar que esto no tendrá un final
feliz. Que es lo que dicta la lógica, la ciencia, el día a día: noche a noche.
Porque somos diferentes, mucho, demasiado. Y es precisamente eso los que nos
mantiene cada día más unidos, más compenetrados: más miserables diría yo; más
bendecidos piensa ella.
No hay día en que no me sienta digno de ella. Soy consciente
de que le hago la carga más pesada y no hago mucho por mejorar, o quizá
simplemente es que ya no puedo hacerlo. En cambio ella si ha cambiado para
bien: me consta en lo absoluto.
Me duele tanto talento echado por la borda, tanto amor
desperdiciado, tantas ganas de no poder, de que otros si puedan y no lo hagan,
de que la mayoría lo de por sentado, cuando solo un caso como el nuestro
debería ser suficiente para sensibilizar a otros. Pero no lo es ni lo será.
Ella venció, ya salió victoriosa. Es unánime mi decisión y relevante ante todo. Vaya lucha la que le tocó. No necesita esperar ningún otro veredicto dentro de nueve meses, ni contar diez deditos en las manos y hasta diez en los pies para sentirse mujer.
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