domingo, 16 de agosto de 2015

Carta al viento


¡A mundo primo!, me enteré la semana pasada de que no puedes venir este año tampoco. Sé lo mucho que extrañas este lugar. Aunque no te pierdes de mucho: aquí todo sigue igual… el Indio Manaure no ha bajado la mano, los chuchubes no se cansan de llorar…

Te escribo esta misiva desde la Plaza Bolívar, aunque siempre has dejado muy en claro que la Plaza Falcón te gusta más: el quiosco de periódicos a pata ´e mingo, el café en la esquina, las tertulias de los abuelitos en la madrugada, los vagabundos buscando alivio después de las seis. Yo dejé de ir por allá en solidaridad con Chirino que anda con el cuento ese de que se le apareció un duende. Dice que era enanito, que usaba una guayabera tipo Daiquiri, una boina como la de Tito Guerra y bailaba sin parar, ¡igualito al Chamo 14!, remata. La gente le dice: “Chirino, vos sos loco, ese no era ningún duende, era Pancho”; el mono del portugués de la panadería, que a veces se escapa a la plaza a hacer de las suyas. Pero, como no le gusta que le porfíen se molesta y les responde: “no se vuelvan Chirino, que aquí Chirino soy yo, si yo digo que lo vi es porqué lo vi”.

Por mi parte le sigo la corriente, ya se le pasará. Así fue hace tiempo cuando juraba que había visto un seretón por la calle de piedras y me hacía dar un vueltón porque le había cogido idea a la calle Zamora, ¡pobrecito! Está raro últimamente Chirino. A menudo murmura bajitico: “madre, esta noche se nos muere un año...”, así con la voz apagadita como si fuera Pepelupe. ¡Estamos en julio, Cheo!

Cheo, la mata de mamón está floreando, aunque la de ponsigué la tuvimos que cortar. Es como si ahora hiciera más calor que antes y el olor se concentraba más. Para cuando vengas te tengo guardada una botella de pecayero y también te espera una arepa pelá. Aquí estamos a la orden como siempre, preguntándole al que llega de visita: “¿cuándo llegaste y cuándo te vás?”

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