lunes, 1 de noviembre de 2010

Es tan poco...

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Nunca antes se había visto tan perfecta frente a ese espejo como aquella madrugada. Lucía radiante viéndose en el mismo reflejo que tantas otras veces le hizo llorar de obstinación, cuando resaltaban ante sus ojos críticos detalles que dejaban al descubierto lo que para ella eran graves imperfecciones faciales. Era demasiado exigente consigo misma y, vivía obsesionada con algunos defectos que sólo ella notaba, después de exhaustivos análisis: “Que si le había salido una nueva peca, o que tenía las orejas muy hacia afuera, o el tabique nasal desviado, o tantas otras rarezas que variaban de acuerdo a su estado de ánimo”.
Claudia era pesimista por naturaleza ─a pesar de que nunca le habían faltado galanes dispuestos a enamorarla─. Se consideraba poco agraciada al compararse a sí misma con las chicas más guapas y coquetas de la clase, cuando en realidad poseía una belleza natural que aunque no deslumbraba a primera vista, hacía juego con su forma de ser: callada y con cierto aire de intelectual.
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Mario, desde el primer momento manifestó admiración hacía ella y eso le había devuelto la esperanza, y el buen ánimo a su vida, que entre tanto estudio y preocupaciones, la hacían sentir infeliz.
Se habían conocido casualmente en el autobús un día que les tocó compartir asientos contiguos. Ambos vivían en la misma ciudad, a unos 250 kilómetros de donde estudiaban. Ella de 21 años, cursaba ya el 8.º semestre de la carrera. Él apenas iba por el 2.º. Ella, de clase social media, vivía cerca de la Universidad, en un apartamento alquilado. Él, vivía en una residencia barata, hacinado junto a un montón de estudiantes que hacían soportables sus penurias, parrandeando y burlándose de la vida.
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Esa madrugada: Claudia sonrió, y su sonrisa no hizo más que ruborizarla y hacerla sentir aún mejor. Se hizo a sí misma un gesto de aprobación. Había pasado la noche despierta y ni siquiera se le notaban esas minúsculas bolsitas debajo de los ojos, que tantas otras veces quiso hacer desaparecer a fuerza de cremas. ¡Se sentía divina, llena de emoción! Quería congelar ese momento, hacerlo eterno. Estaba acelerada y con ganas de hacer tantas cosas a la vez, que al final se sorprendió bailando sola, en la pequeña sala de baño de su cuarto.
─Mierda ─se dijo en voz alta─. Mario pensará que me morí.
Abrió la puerta a medias y sacó medio cuerpo para avisarle que ya iba, pero lo que vio le hizo callar. Su agudo instinto le dijo de inmediato que algo no iba bien. La alegría embriagante que sentía se esfumó, se apagó como le pasa habitualmente a los fanáticos del fútbol cuando su equipo recibe un gol en el minuto final del partido.
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Ella quería hacer de esa noche algo perfecto, y hasta el momento todo marchaba según lo imaginado. Se había dedicado por completo a ello durante la semana anterior, porque era enemiga de la improvisación: “el vino, las copas, pizza, fresas, chocolates, los regalos y la música de fondo escogida en estricto orden para la ocasión”.
No quería que la primera experiencia sexual de Mario fuera traumática, ni parecida a la de ella.
Claudia siempre pareció mayor en lo físico y en la manera de comportarse, respecto a las chicas de su edad. Y esos aires de madurez ─de los cuales estuvo consciente todo el tiempo─ terminaron costándole caro. La vida le restregó de un tirón la vulnerabilidad e inocencia, que ella a menudo atribuía a sus amigas y de la cual se sentía inmune. Cuando sus compañeras de clases ─en el último año de la secundaria─, celebraban en grupo los besitos que se daban con los chicos de su entorno, ella en secreto jugaba con fuego, dándole vuelo a las intenciones del profesor de Educación Física.
¡Hasta que llegó el día! El profesor haciendo uso de sus experimentadas manos y palabras galantes, halló a una Claudia indefensa o cansada de tanto resistirse; y logró convencerla de que le acompañara a un lugar más privado. En el motel, estaba prohibida la entrada a menores de edad, pero él hizo valer su condición de cliente frecuente, para lograr entrar con una Claudia a simple vista muy nerviosa, sin inconvenientes.
En menos de dos horas, salían del motel. Él acusaba prisa y Claudia ya desflorada y sin goce, lloraba por dentro de rabia y frustración. Sin el menor atisbo de delicadeza, no se ofreció a llevar a Claudia hasta su casa, como lo había hecho algunas otras veces. Valiéndose de excusas que ella no ripostaba, la dejó en la parada del autobús que a ella le venía bien.
Los pocos minutos que Claudia tuvo que aguardar en la estación se le hicieron insoportables. Ansiaba llegar a su cuarto, desesperada por estar sola y por llorar. Al llegar a casa encontró a su mamá en la cocina, y evitó su mirada a toda costa. Sentía que caminaba con las piernas más abiertas de lo normal, y que si su perspicaz madre la viera enseguida iba a notar que había perdido la virginidad.
Llena de vergüenza, llegó directo a bañarse y a revisarse minuciosamente. Se reprochaba a si misma por ser tan inocente y por haberse dejado engañar. Juró no volver a dirigirle la palabra al profesor.
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Mario estaba sentado en el centro de la cama, ya se había puesto el jean pero aun tenía el torso descubierto, en posición de quien va a mitad de camino mientras hace una abdominal, con los brazos entrecruzados, sosteniendo las piernas semi-arqueadas.
Eran las cinco de la mañana y ambos lucían muy despiertos. De fondo el Concierto de Aranjuez sonaba por enésima vez. El libro de poesías de Benedetti ─uno de los tantos regalos que Claudia le había dado esa noche por su cumpleaños número 19 y que leyeron cuerpo a cuerpo, como preámbulo a la cópula sexual─ estaba abierto en el poema: “Es tan poco…”
Ella corrió a su encuentro, queriendo recuperar el control de la situación.
─Luces muy sensual en esa posición ─le dijo en voz baja, mientras se le sentaba a su lado─. Pareces una escultura griega, acabada de…
─De desvirgar… ─terminó él la frase.
─Sería algo muy original ─sonrió ella, invitando a Mario con un gesto, a sonreír también─. “El Follón de Aquiles”.
─En un rato me iré de viaje a casa a compartir lo que queda del cumpleaños con mi familia.
─¡Qué bien! No sabía que tenías pensado viajar este fin ─comentó, sorpendida─. ¿Si quieres te acompaño? así conozco a tus padres.
─¡No! Quiero ir solo.
─¿Acaso no te gustó lo que hicimos esta noche? ¡Discúlpame si hice o dije algo que te hizo sentir mal…!
─No se trata de eso, yo sabía lo que iba a pasar esta noche. Y no me arrepiento de nada. Has sido un amor… ─dijo al momento que se ponía de pie y se terminaba de vestir.
Ella se levantó de un brinco y reaccionó, hincándose de rodillas ante él.
─¡Permíteme que te acompañe, siquiera en el viaje! Cuando lleguemos allá, me voy a mi casa y prometo no verte hasta mañana cuando nos toque regresar.
─¡Levántate por favor! No hagas de esto una situación penosa. Quiero viajar solo, necesito pensar.
Ella comenzó a llorar y a reprocharle:
─Tenían razón mis amigas, eres un niño. Yo no hago más que consentirte y mira como me pagas… ¿Sabes? Hay muchos en la Universidad, caballeros en todo el sentido de la palabra, que quisieran estar conmigo. ¡Y tú no valoras eso! Yo no tengo necesidad de humillarme de esta manera ante ti.
Mario salió del cuarto a toda prisa, evitando escuchar los reclamos. Debajo del brazo el libro de poemas y el ipod que Claudia le regaló, para que escuchara música durante los viajes o cuando fuera a trotar.
Claudia volvió al baño y aguantó las ganas de aventar contra la pared el perfume, que era el último regalo por dar.
Cuando se vio al espejo, ahí estaban todos los defectos, haciéndola sentir mal otra vez…

FIN

4 comentarios:

  1. querido amigo, desde chile un abrazo, da mucho gusto encontrar lejos de estas imaginarias fronteras amigos que sienten y viven no las fantasticas proezas de las maquinarias sino la fantastica fuerza del ser humano, misma que se presenta en el momento en que se requiere en todo el mundo, pero sobre todo en nuestra america morena, america golpeada y muchas veces entre ellas peleada o malquistada pero que frente a situaciones vitales solo se muestra como la america de todos.
    un saludo y un abrazo.
    @gmardones
    gerardo mardones s.
    psicologo.

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  2. Muy bien escrito, Manuhel, pero me lo tomo en serio aunque sea fantasía y se me hace destetable ese personaje femenino humillándose.

    UN abrazo

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  3. http://arlenjahoska.blogspot.com/2010/11/ante-la-sonrisa-estatica-de-la-gioconda.html

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  4. Como siempre muy buenas y realistas tus historias. Cuantas mujeres no pasan por una situacion tan humillante como esta. Que triste!!

    Besos y abrazos muy per muy fuertes que te lleguen al alma de tu amiga en la distancia!!

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