Le dije, mirándole a los ojos, que hoy iba a llover.
Con cara más de fastidio que de asombro me dijo que en junio nunca llueve, ni en julio, ni últimamente…
Volví a la cama: debería limpiar el espejo antes de acostarme y no por la mañana como solía hacerlo cuando llovía.
Mis ganas de que llueva son las mismas ganas de que Maia vea la lluvia caer a través de la ventana.
Crece muy rápido, catorce meses que se comprimen en nuestra memoria y apenas recordamos uno que otro momento.
Cuando menos lo imaginaba, al año comenzó a gatear y ahora anda por toda la casa con mucha energía y curiosidad.
A los catorce meses logró levantarse solita. Después de incontables intentos fallidos y uno que otro golpecito al irse para atrás. Así aprendio a apoyarse para evitar golpearse.
Estamos en junio y la próxima lluvia caería a finales de octubre o quizá noviembre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario