sábado, 6 de febrero de 2016

Cuentos de Mapegadaro


Que durante la adolescencia tengas como entretenimiento dominical montarte en una mapegadaro a dar vueltas por la ciudad tiene que ser cosa de perdedores. ¿Quién va a despediciar un domingo de esa manera?, ¡quien sino yo!

Eran otros tiempos aunque Coro pareciera que no ha cambiado mucho desde entonces. Finales de los 80´s. Internet era un beta, el atari no se daba abasto para tanta gente, Magallanes era un “foul” a la malla y aun no me había enviciado con los caballos. En cambio, los paseos en la camionetica estaban a la mano, literalmente a la vuelta de la esquina. El pasaje salía gratis porque el conductor ̶̶̶ un maracucho bigotudo al que le pisaba la pata ̶̶̶ , solo ponía como condición que le ayudara a lavar “la burra” al terminar la jornada y que nunca me sentara en el puesto del copiloto.

Era un personaje de esos que se autoproclaman ganador, “a lucky guy”, pues. El protagonista de la película, optimista, competitivo, bromista, malicioso y picaflor; que andaba a otras revoluciones comparado con la parsimonia de mis paisanos y, sabía sacar buen provecho de ello. Solía decir con convicción que sus pobres colegas, corianos todos, no es que eran lentos sino que estaban recalentados, porque los otros choferes además de manejar una mapegadaro se rebuscaban matando tigres como: “árbitros de boxeo”, “músicos de tasca”, “banqueros de caballo”, “preparadores de gallos de pelea” o “prestamistas”.

Y así iba yo vacunándome, cada domingo, aborreciendo de a poco esa manera altanera de ir por la vida restregándoles a todos su suerte, de portar el ego como estandarte, del ganar como sea, del bla bla bla…

Heme aquí ahora convertido en un pesimista empedernido. Un pesimista que se ríe de sus tropiezos y se ufana en silencio de su condición. Alguien que aprendió a conllevar ese estilo, incurable, perdido; que siempre le pone la fichita al débil, al que va en inferioridad de condiciones, al que se supone será el perdedor.

Un pesimista que evita en lo posible juntarse con otros pesimistas, porque dos o más pesimistas juntos son de lo peor.

Un pesimista que de tanto dar vueltas en una mapegadaro el mundo se le hizo pequeño. Un pesimista que se empeña en girar en sentido contrario a las agujas del reloj. Un pesimista que por mucho que corra siempre llega de segundo. Un pesimista que al final no quisiera tener la razón.

2 comentarios:

  1. Hermano, interesantes las dos reflexiones Verdad que sí. Estoy tratando de cortar y copiar pues vale la pena que otros corianos las vean, la asimilen y las multipliquen. Un abrazo

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    1. Un placer que me haya leído y, un placer doble que le haya gustado.

      Saludos, estimado paisano.

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