Recién cumplió siete meses. Tanto ha pasado desde la última vez que escribí: fuimos a la playa, se lo disfrutó, la llevamos varias veces a la semana al Sabeeka Park aquí en Awali, come de todo y sigue creciendo muy sana.
Ya se sienta sola, ya come dos veces al día, ya tiene los dos dientes de abajo, ya alcanza cosas (no gateando, pero a su manera, serpenteando), ya toma agua solita, y sigue siendo la niña sonriente que la vida nos regaló.
Cuando no se le pegan las sábanas la saco al despertar al jardín a escuchar y ver los pájaros. Su cabecita gira como un ventilador. Curiosa y por lo general madrugadora.
Estoy trabajando doce horas al día, corrido y sin día de descanso por el arranque de la planta, así que a lo sumo disfruto a Maia entre media hora y una hora al día. Ella sabe cuando llego, sonrie y me hace tan feliz.
Iraima vive por ella, yo vivo por las dos.
Trump ganó las elecciones esta semana, Maia y su pasaporte solo tienen que dejar que las cosas pasen, nosotros la tenemos que guiar.
Ojalá pueda mantenerla alejada de los extremos, en todos los aspectos de la vida.